Publicado en El Mundo, columna Mayoría selecta, 5 octubre 2025.

Javier Gomá Lanzón
Los hay con derecho a sentirse infelices: los golpeados por una desgracia brutal que ha anulado su razón de ser, o los sumidos en la negrura de una depresión que les ha arrebatado las fuerzas. Menos estos dos grupos, los demás tenemos un deber general de alegría para ayudarnos mutuamente a sobrellevar la pesadumbre de vivir. Incumple dicha responsabilidad ese tercer grupo de los que, habiendo tenido buena suerte, se declaran infelices y reclaman la compasión, la ternura y el cuidado que merecen quienes la han tenido mala. La suya es una infelicidad no ganada, insolidaria con sus semejantes. Emulando al pastor Salicio, importa averiguar a qué grupo pertenece la gente: «Llegarme quiero cerca con buen tiento / y ver, si de mí fuere conocido, / si es del número triste o del contento». Para, si es del número triste, pasar rápidamente de largo: nada se les debe a esos cargantes.


