Publicado en El Mundo, columna Mayoría selecta, 12 octubre 2025.

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Javier Gomá Lanzón

En sus "Sonetos" Shakespeare, lamentándose con poética vena del poder destructivo del tiempo, halla dos ardides para burlarlo: procrear hijos y el arte de efectos inmortalizadores. El inglés se olvidó del tercero, que además, a diferencia de los suyos, está al alcance de cualquiera: la imagen de la vida que entregamos al morir. Nadie puede hurtarnos la ambición de vivir nuestra vida con una ejemplaridad digna de perdurar en la memoria de quienes nos sobreviven. ¿Qué te gustaría que dijeran de ti cuando
no estés? ¿Que ampliaste los confines del imperio como los antiguos generales romanos? Piensa en algo mejor: que tu ejemplo sea recordado póstumamente como una invitación a una vida digna y bella. Todavía estás a tiempo de retocar el cuadro con hábiles pinceladas antes de ser interrumpido para siempre. Sin renunciar a los ardides del sonetista, sin renunciar a nada, cuida de tu futura imagen mientras vivas.

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