Publicado en El Mundo, columna Mayoría selecta, 14 diciembre 2025.

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Javier Gomá Lanzón

Reírse es uno de los placeres de esta vida, pero está sujeto a límites éticos. La ética es en cierta manera cuestión de imaginación, porque quien se imagina en el lugar del otro tenderá a obrar de manera que no le dañe. El progreso moral va ensanchando nuestra solidaridad hacia grupos vulnerables objeto de histórica burla, de modo que lo que ayer fue gracioso, hoy, al tomar conciencia de tanto dolor como sufrieron, ya no nos lo parece. El humor está cada vez más limitado por este horror a herir, del que, sin
embargo, está totalmente libre una cierta clase de broma: la practicada en cabeza propia. Reírnos de nuestros defectos no daña a nadie y además desmotiva la crítica de terceros, lo cual representa una ventaja, porque ellos nunca nos aplicarían esa suave ternura y ese no sé qué indulgente que espontáneamente empleamos cuando nos juzgamos a nosotros mismos.

FUENTES